"Hola,
soy Andresito y tengo 4 años. Vivo con mi mamá y mi abuelita en una casa
pequeña cerca de mi nido. Mi papá murió. Dice mi mamá que murió en un accidente
de carros cuando yo tenía pocos meses y era muy chiquito, es por eso que no lo
recuerdo. Tampoco tengo abuelo, ni tíos. Cuando en el nido hacemos la actuación
del día del padre yo suelo faltar, porque mi mamá se pone rara, malhumorada y
triste; por eso prefiero no ir. Sin embargo, veo que los papis de mis amigos
los recogen, juegan con ellos y van al parque o a la canchita de fútbol. Eso a
veces me pone triste, me gustaría tener a un papá, y al menos saber cómo es él;
poder contarle si me fue bien en mis clases o si mis amigos me fastidiaron,
poder jugar a la pelota o escondidas los domingos, o simplemente dormir junto a
él después de un cuento por las noches. Y, aunque mi mami lo hace todo,
quisiera que sea él"
"Hola,
yo me llamo Daniel y tengo 11 años. Vivo con mis papás, mi pequeño hermano de 3
años y mi perrito. Mi papá es muy juguetón, me divierte estar con él porque me
lleva al parque y montamos bicicleta, jugamos con la pelota y al final
terminamos echados en el jardín muy cansados. Mi mamá es un poco diferente.
Ella a veces está de mal humor y reniega mucho, ella dice que está estresada
por sus clientes. Es abogada y se encarga de hacer justicia. Cuando yo me
despierto, ella está a punto de salir, siempre renegando y gritando para que
nos levantemos rápido. Mi papá es el que hace el desayuno, nos ayuda a cambiar
para el nido y colegio y nos lleva. Al regresar a casa ella no está para
calentarnos el almuerzo, ni nos ayuda a hacer la tarea; llega a casa y cuando
le quiero mostrar mis avances del colegio o le quiero contar cómo me ha ido en
el día, la veo en su celular, conversando por whatsapp con sus amigas o viendo tele. Cuando nos habla solo es
para darnos órdenes, gritarnos o decirnos que nunca tiene tiempo y que no la
molestemos".
Andrés tiene una ausencia
importante en su vida: su papá no está. Este tipo de ausencias puede causar problemas
a nivel emocional, generando que el menor crezca con una carencia evidente y
que deberá llenar con sus propios recursos conforme vaya adquiriendo las
estrategias para hacerlo.
El caso de Daniel tiene otro
matiz. Él sí tiene la presencia física de ambos padres, sin embargo siente a su
madre ausente, lo cual es mucho peor. Uno puede elaborar el fallecimiento de
alguien que nunca conoció y suplir su presencia de algún modo, pero ¿qué
explicación se le da a un niño que tiene a su madre pero que aun así no la
siente cerca?; el tema se torna mucho más complejo, pues al no tener una
explicación que satisfaga la insipidez de la desatención, casi como recurso
automático, el niño tenderá a llenar dichos vacíos emocionales con
resentimiento, y el dolor de una ausencia.
Para el desarrollo adecuado de un
niño es necesario que se satisfagan ciertas necesidades emocionales básicas.
Una de ellas es tener afecto seguro y estable por parte de ambos padres, lo
cual quiere decir que desde pequeños necesitamos que nos atiendan a nivel
emocional, que nos miren, nos conversen, nos escuchen, nos toquen, nos brinden
afecto y atención, para así generar seguridad, estabilidad y relaciones
fortalecidas.
“El hecho de crecer junto a una figura paterna que a pesar de estar, es
incapaz de aportar plenitud, cariño o reconocimiento, deja corrientes de vacío
en el corazón de un niño que está aprendiendo a construir su mundo”
La desatención a un niño genera incongruencias, vacíos,
ansiedad, pues no saben a qué atenerse, les es confuso anticipar el estado
anímico de sus padres y por ende su comportamiento, les genera confusión e
intranquilidad cuando estas personas se encuentran cerca, desarrollan
expectativas emocionales que no se cumplen y no son satisfechas.
Pero, ¿qué consecuencias puede
traer la ausencia de un padre físicamente presente, en la vida de un niño que
pronto será adulto? Muchas veces genera desapego afectivo, tornando a la
persona más insegura para establecer vínculos, temerosa al no saber qué esperar
del otro –y por tanto, qué entregar-, así como desconfianza y sinsabor pues
finalmente no sabes si la persona con la que te estás vinculando te dará
cariño, te escuchará o atenderá; bajo un temor enorme de ser traicionados, no
reconocidos, o – peor aún- ignorados.
Recordemos finalmente que, “un
padre no es sólo el que da la vida, un padre es aquel que está presente, que
acoge, atiende y guía en seguridad construyendo cada día un sendero de
instantes significativos en la vida de un niño”.
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