lunes, 9 de febrero de 2015

Conexión emocional.

Y es eso. Otra de las cosas "esenciales invisibles a los ojos". Hay algo que uno percibe cuando recibe algunas miradas, algunas palabras o un simple gesto que logra llegar, que transmite; y eso es poder conectar, conectar con gente que a veces ni conocemos, que nos cruzamos en la cola del banco o en un paradero, y que te hacen pensar -si quiera por un segundo- que hay cosas importantes que escapan de la rutina y del quehacer cotidiano.
 
Pero a lo largo del tiempo he descubierto que no todos tienen esa capacidad emocional, pues se encuentra nublada u obstruida por miedos, experiencias negativas, traumas, ansiedades, distanciamiento, pérdidas, o desinterés; que por diversos motivos no llegan a conectar con nadie, y que se pasan la vida simplemente existiendo, sin trascender en la vida de otros, sin atender a necesidades externas, sin mirar a otros luego de mirar-se. Y es que no se puede ver al otro si no me miro antes a mí mismo, dice la psicología; y es cierto. 
Al conversar con estas personas con 'desconexión emocional', te das cuenta que su vida consiste en respirar, trabajar, ganar plata y gastarla, y seguir respirando. Y no son capaces de registrar algunas cosas invisibles, como la ternura que transmite la voz de un niño, o la calidez de la mirada de un abuelo, o las tibias manos de una mujer, o la libertad de un adolescente, o el peso de los ojos de un padre cuando tiene la responsabilidad de una familia entera en sus hombros. Son personas que se olvidan de estos detalles que por más pequeños que parezcan, son los que enriquecen la vida, pues justamente eso nos distancia de los robots: la capacidad de sentir.
 
Hace poco veía un programa en donde hablaban 3 mujeres acerca de las cosas que para ellas son indispensables que tengan sus parejas. Yo luego de ver el programa pensé en ello, y llegué a la conclusión que una de las cosas más importantes que debe tener una pareja -hombre y mujer- es tener justamente esta capacidad de entrar en tus emociones, comprenderlas, transformarlas y devolvértelas suavizadas, livianas, ligeras. De poder tan solo mirarte y transmitirte confianza, paz, ternura, contención emocional, sostén. De que el famoso "tranquila, todo estará bien" realmente se sienta en el alma y no sea la frase cliché que todos usan cuando no saben qué decir.
Y todo eso se consigue únicamente si se han logrado conectar mutuamente.
 
No, nadie nace sabiendo esto, ni tampoco creo que sea innato. Es algo que se va generando con las experiencias, a través de mensajes de tu madre y padre, a través de lograr captar ciertas señales cotidianas que esconden mensajes, por ejemplo, saber que si tu amiguito del nido está más callado hoy es porque algo siente, saber que si tu papá no tiene ganas de cenar es porque quizá le ha ido mal en el trabajo y la carga de una familia para él es insostenible, saber que los silencios de tu mamá muchas veces gritan desesperadamente que necesitan ayuda y que no tienen idea de cómo criar un hijo sola.
Cuando un niño es capaz de registrar todas estas señales, es capaz de percibirlas y darles sentido, de transformarlas y comprenderlas; entonces es un niño con capacidad de dar más, de entregar contención, de sostener al otro, de ver más.
 
Y sí, creo firmemente que actualmente las personas se dedican a trabajar para el fin de semana gastar en una fiesta, y luego seguir trabajando; muy poca gente se detiene a analizar "nimiedades" -como dirían algunos- pero finalmente esenciales para entender la vida.
 
Y a veces uno se pasa la vida tratando de darle sentidos y sentidos, vueltas y vueltas; sin reparar en que la vida es justamente lo que te está pasando, y no te das cuenta.

miércoles, 4 de febrero de 2015

La magia detrás del vínculo más esencial

Algunas personas defienden la idea de que nacemos solos, y que solos debemos morir. Pero no es así. Cuando nacemos, llegamos al mundo con expectativa, con deseo, con familia, con una madre, con propósito, nacemos con vínculos. Ese vínculo puede ser bueno, a veces -lamentablemente- no, pero vínculo al fin.
Así que es mentira eso de que moriremos solos, porque a la tumba nos llevamos a cuestas toda una vida. Con la vida de uno se van sueños, se van experiencias, se van años de años, se van personas, se van amores, se van ilusiones, se van peleas, se van guerras ganadas y perdidas, se va nuestra completa historia; así que en este mundo estamos destinados a ser con otro, nunca solos.
 
 
El primer -y más importante- vínculo: el de la madre. Ese que se construye desde una mirada, con una caricia, con palabras de aliento, de apoyo; con lecciones, con reglas y normas, con correctivos también, ese que se construye con amor. A veces me asombra la fuerza y fortaleza que tiene ese vínculo en especial, porque hay veces en las que ni la mejor inyección, ni la máquina más avanzada, ni la operación más costosa cura tan bien como lo puede hacer un pañito húmedo en la frente puesto por mamá, o un "descansa, hija", o un beso en la frente de ella. Me despierta la curiosidad saber qué hay detrás de ese vínculo en particular, porque a través de mi propia historia, de la de mis amigos y la de mis pacientes, he llegado a la conclusión que es el más poderoso que existe; y al revisar un poco de bibliografía me doy con la sorpresa que ningún texto, ningún científico y ninguna escuela logra explicar la esencia del mismo.
 
Y es que es eso, no se puede explicar, no se puede teorizar algo tan humano, tan invisible, tan esencial; como es el amor de una madre. Intentar darle una explicación razonable, le restaría la magia que lo envuelve, pues nadie puede explicar qué propiedades tiene la mirada, las manos y las palabras de la mamá, pero todos podemos comprobar sus efectos.
 
Sí, "la ciencia lo explica todo", dicen; pero no, las cosas esenciales no están en ningún libro. Hay muchos que hablan sobre teorías de apego, sobre lazos familiares, sobre empatía y sobre la construcción de las interacciones, pero ninguno se atreve a cargar con la ardua labor de explorar lo que hay más allá de lo obvio, nadie se atreve a desenredar el misterio del amor de una madre, y es porque nadie lo podría explicar.
 
Muchas mujeres se quejan -nos quejamos- absolutamente todos los meses de algunos dolores que sabemos se avecinan, y que llegan con una serie de incomodidades y molestias. Otras mujeres se quejan de que llevar a un niño 9 meses en el vientre es difícil porque aparecen las náuseas y los antojos, y los mareos, y los cambios de humor; muchas otras, se quejan de que los hombres no sufren de nada. Y lo peor, es que tienen razón, ellos no 'sufren' dolores físicos, ni cambios mensuales, ni períodos de inestabilidad emocional y física.
 
Pero ¿saben?, TODOS esos dolores y pesares están cubiertos con una sola cosa: LA MAGIA DE SER MADRES, somos el único género con la capacidad de procrear, de albergar un ser en nuestro vientre y de dar vida. ¿Existe mayor regalo para alguien, que tener la capacidad de dar vida?...lo dudo mucho. Creo que la maternidad es una bendición y un milagro del que hay que estar agradecidas, y comprender esos cambios como el camino que va a llevar a experimentar el truco de magia más grande de todos: el de sentir día a día a un frejolito crecer dentro de una, saber que se está formando su cuerpecito, saber que hay alguien latiendo adentro, saber que todo lo que hagas le afectará, saber que pronto lo vas a poder ver, acariciar, amar; y saber que una vez que pase eso, podrás tener la oportunidad de dar absolutamente -ab solu tamente- lo mejor de ti, para él.
 
No soy madre aún, pero sí soy hija, y tengo la plena certeza de que Dios bendijo al género femenino con la capacidad de ser madre, y sobre todo, la de ser testigo y protagonistas de la magia del vínculo con una mamá.
 
Por lo tanto, mantengamos esa magia intacta, mantengamos ese amor tan primario, disfrutémoslo, vivámoslo, sintámoslo, entreguémoslo, y por qué no, amémoslo.
 
Veamos más allá de lo evidente. Al final, "Lo esencial es invisible a los ojos".